Las Vecinas Insaciables
Ana y Carla vivían puerta con puerta en un edificio antiguo de Villa Crespo, Buenos Aires, uno de esos con balcones que se miraban como ojos curiosos y paredes tan finas que los gemidos de una se colaban en los sueños de la otra. Ana, veintiocho años, era una diseñadora gráfica freelance con un cuerpo que parecía tallado para el pecado: rubia platino teñida con raíces oscuras que le daban un aire salvaje, melena corta y desordenada que enmarcaba un rostro pecoso con ojos azules que brillaban con malicia, tetas firmes de copa C que rebotaban libres bajo tops cropped, pezones rosados y puntiagudos que se endurecían con solo una brisa fresca, abdomen plano marcado por horas de pilates, y un coño depilado con labios mayores hinchados y rosados que se abrían como pétalos húmedos al excitarse, clítoris protuberante y sensible que la hacía squirt como una fuente si la lamían bien, ano rosado y fruncido que palpitaba rogando atención. Su culo era atlético y redondo, perfecto para ser azotado o lamido hasta el delirio.
Carla, treinta años, era su contrapunto morocho: contadora en una firma del centro, con curvas generosas que gritaban "fóllame": melena negra lacia hasta la mitad de la espalda, ojos verdes felinos que devoraban todo, tetas pesadas de copa DD que desbordaban cualquier sujetador, pezones oscuros y gruesos como uvas maduras que se endurecían al roce de la seda, caderas anchas que terminaban en un culo grande y carnoso que tensaba leggings hasta el límite, y un coño con un triángulo de vello negro recortado, labios carnosos y jugosos que chorreaban almizcle dulce cuando se calentaba, clítoris grande y rojo que la hacía gemir como una perra en celo al primer lametón. Ambas casadas con maridos ausentes –el de Ana en viajes constantes, el de Carla trabajando turnos nocturnos–, compartían cafés en el balcón, charlas que siempre terminaban en miradas prolongadas, roces "accidentales" de muslos bajo la mesa, y noches solitarias masturbándose pensando en la otra, dedos hundidos en coños empapados mientras imaginaban lenguas ajenas lamiendo sus pliegues.
Una noche de verano sofocante, con el aire acondicionado roto y el balcón abierto dejando entrar la brisa caliente cargada de jazmín del patio interno, Carla tocó la puerta de Ana con una botella de Malbec bajo el brazo. "Vení, rubia... mi marido está de guardia otra vez, y el tuyo en Rosario. Tomemos algo, que este calor me tiene el coño en llamas." Ana abrió en un short de pijama que apenas cubría su culo atlético y una camiseta sin sujetador, tetas firmes rebotando libres, pezones rosados pinchando la tela fina como balas endurecidas por el roce del ventilador. "Pasá, morocha... yo también estoy sola y cachonda. Este calor me moja el tanga hasta chorrear."
Se sentaron en el balcón, piernas cruzadas en sillas de hierro forjado, el vino bajando como fuego líquido por sus gargantas, desatando lenguas sueltas y risas roncas. El Malbec las calentó rápido: mejillas sonrojadas, ojos brillando con lujuria contenida, muslos rozándose "accidentalmente" bajo la mesa baja. "Carla... siempre te miro las tetas cuando venís con esas blusas escotadas. Son tan grandes y pesadas... me dan ganas de tocarlas, de chupar esos pezones oscuros hasta que grites", soltó Ana de repente, voz ronca por el vino y el deseo, mano posándose en el muslo carnoso de Carla, dedos trazando círculos lentos que subían hacia el short. Carla jadeó, tetas subiendo y bajando rápido, pezones endureciéndose visibles bajo la blusa de seda. "Joder, Ana... yo también te miro el culo cuando hacés yoga en el balcón. Ese tanguito que se te mete entre las nalgas... me mojo pensando en lamerte ahí, en meter la lengua en tu ano rosado hasta que chorrees squirt en mi cara."
El beso fue inevitable: Ana se inclinó, labios carnosos capturando los de Carla en un roce suave al principio, lenguas saliendo tentativas para enredarse en un baile húmedo y salado, sabor a Malbec y deseo crudo. Carla gimió contra su boca, mano subiendo a amasar una teta firme de Ana a través de la camiseta, pellizcando el pezón rosado hasta que endureció como una bala. "¡Quítate esto, rubia puta! Quiero chuparte las tetas... mordértelos hasta que duela." Ana obedeció, camiseta volando al piso, tetas saltando libres, pezones rosados erectos rogando atención. Carla se lanzó, boca succionando un pezón con avidez animal, dientes mordiendo suave la carne firme, lengua girando en espirales que la hicieron arquear la espalda. "¡Oh, joder, Carla! Chupá más fuerte... mordé mis pezones, haceme doler como una zorra!"
Se mudaron al sofá del living, ropa cayendo como hojas en tormenta: short de Ana arrancado revelando su coño depilado, labios rosados hinchados y brillantes de jugos, clítoris protuberante asomando rojo y palpitante; blusa de Carla desabrochada, tetas DD desbordando libres, pezones oscuros gruesos como uvas maduras endurecidos al aire fresco. Se tumbaron en un enredo de extremidades, Ana encima de Carla en un sesenta y nueve voraz: su coño rubio sobre la cara morocha, lengua de Carla hundiéndose en pliegues húmedos, lamiendo desde el ano rosado hasta el clítoris en pasadas largas y lentas. "¡Lameme el coño, Carla! Meté la lengua profunda... oh, joder, chupá mi clítoris hinchado, succionalo como una puta hambrienta!" Carla gemía contra su piel, jugos de Ana chorreando en su boca como néctar dulce, lengua punzando su ano fruncido mientras dos dedos gruesos se hundían en su vagina, curvándose para masajear el punto G con un "ven acá" experto.
Ana no se quedó atrás: cara enterrada entre las piernas carnosa de Carla, lengua plana lamiendo labios mayores hinchados, succionando el clítoris grande y rojo con labios sellados, dedos invadiendo su coño con vello recortado, chapoteando en jugos espesos y almizclados. "¡Tu coño sabe a miel madura, Carla! Abrí más las piernas... quiero lamerte el ano también, meter la lengua en tu culito apretado mientras te follo con los dedos." Alternaban: lenguas en anos, punzando anillos fruncidos con lametones circulares que los hacían ceder, dedos follándose coños mutuos en thrusts rápidos, clítoris frotados con pulgares hasta que gemidos llenaron el living como un coro obsceno. "¡Squirt en mi cara, Ana! Chorreá tu jugo rubio en mi boca... oh, joder, no pares de lamer mi ano!" Ana explotó primero, squirt chorreado empapando la cara de Carla en chorros calientes y transparentes, jugos salados que ella bebió con avidez, lengua capturando cada gota de su ano palpitante.
Carla siguió, caderas empujando contra la boca de Ana: "¡Lameme el clítoris más rápido, rubia puta! Meté tres dedos en mi coño... oh, sí, squirt para vos!" Explotó en chorros potentes, jugos almizclados inundando la boca de Ana, quien tragó gulosa, lengua invadiendo su ano dilatado para saborear el residuo salado. Exhaustas pero encendidas, rotaron a un scissoring salvaje en el piso alfombrado: piernas entrelazadas en tijera, coños frotándose clítoris contra clítoris en un roce resbaladizo y húmedo, jugos mezclándose en slap-slap obsceno que resonaba como palmadas. "¡Frottá tu coño contra el mío, Carla! Sentís mi clítoris rozando el tuyo... oh, joder, aprieta más, haceme chorrear en tu coño morocho!" Caderas girando en círculos frenéticos, tetas rebotando contra tetas, pezones rozándose en chispas de placer, manos clavándose en muslos para empujar más profundo.
Orgasmos sincronizados las rasgaron: squirt mutuo empapando muslos y piso en charcos pegajosos, gemidos ahogados en besos salados con lenguas compartiendo jugos. "¡Me vengo, Ana! Tu coño me hace squirt como una lesbiana adicta... oh, chorrea conmigo, puta!" Colapsaron jadeantes, pero Carla, siempre la más audaz, se levantó tambaleante al dormitorio: "Espera, rubia... traigo algo para follarte como un hombre." Sacó del cajón un strapon doble negro, grueso y venoso, 20 cm de silicona con vibrador interno. "Abrí las piernas, Ana... quiero verte el coño tragando mi verga falsa mientras vibra en el mío."
Ana obedeció, piernas en V sobre la cama, coño chorreante expuesto rogando invasión. Carla se ajustó el harness, strapon saliendo de su pubis como una polla morocha, glande ancho untado con jugos de ambas. "¡Fóllame, Carla! Meté esa pija falsa en mi coño... rómpeme como una lesbiana sumisa!" Carla embistió, glande abriendo sus labios en un thrust profundo, silicona hundiéndose hasta la empuñadura, vibrador zumbando en su propio clítoris mientras follaba con saña. "¡Tomá mi verga, rubia puta! Sentís cómo te parto el coño? Tu clítoris vibra contra el harness... squirt en mi pija falsa!" Ana gritó, tetas rebotando salvajes, manos amasando las de Carla mientras era follada: "¡Más duro, morocha! Tu strapon me llena... oh, joder, vibra en mi punto G, haceme chorrear como una fuente!"
Rotaron: Ana con el strapon ahora, follándole el coño a Carla a cuatro patas, embistidas brutales que hacían rebotar su culo carnoso, mano azotando nalgas hasta dejarlas rojas. "¡Tomá mi pija en tu coño maduro, Carla! Sentís cómo te follo como un macho? Squirt en mi verga mientras te rompo!" Carla aulló, squirt empapando el harness, ano palpitando vacío. "¡Sí, fóllame más, Ana! Ahora mi ano... métemela en el culo, rómpeme el recto con tu strapon!" Ana untó lubricante de jugos, glande presionando su ano fruncido hasta ceder, sodomizándola profundo mientras vibraba en su propio coño. "¡Tu ano me aprieta la pija falsa! Sentís cómo te estiro el culo, puta lesbiana? Córrete anal mientras te follo!"
Orgasmos finales en cadena: Carla squirtée anal, chorros vaginales empapando mientras su ano ordeñaba el strapon; Ana vibrando en clímax múltiple, jugos chorreando por sus muslos. Colapsaron en la cama empapada, lenguas lamiendo jugos residuales de coños y anos, besos salados compartiendo squirt. "Esto no fue una vez, Ana... vamos a ser vecinas putas para siempre. Mañana repetimos, con plugs y más strapons." Desde entonces, noches secretas: lamidas en el balcón bajo la luna, strapons en la cocina, squirt empapando pisos mientras maridos dormían ajenos, coños y anos adictos a lenguas y vergas falsas, un amor lesbiano que floreció en jugos y gemidos prohibidos.

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