La Rendición Final: el culo



Habían pasado diez años desde que Elena y Javier se dijeron "sí, quiero" en esa capilla de San Telmo, con el sol de Buenos Aires filtrándose por las vidrieras como un presagio de pasión eterna. Elena, ahora de treinta y cinco años, era una mujer que el tiempo había moldeado en curvas pecaminosas: tetas pesadas de copa DD que rebotaban libres bajo camisones de seda, pezones oscuros y gruesos que se endurecían con solo un soplido caliente, caderas anchas que terminaban en un culo redondo y alto que tensaba las faldas de oficina hasta el límite, y un coño depilado con labios carnosos que se hinchaban al primer roce, chorreando jugos espesos como miel cuando la follaban bien. Su melena castaña caía en ondas desordenadas hasta los hombros, ojos verdes que brillaban con una mezcla de ternura maternal y lujuria reprimida, y una risa ronca que hacía que Javier se corriera solo de oírla. Pero en la cama, Elena era un enigma: una diosa vaginal que cabalgaba su polla como una amazona, squirtée chorros calientes en su pecho mientras gritaba "¡Fóllame más profundo, cabrón!", pero el anal... oh, el anal era su frontera inviolable.

Javier, treinta y ocho años, era un ingeniero de software con el cuerpo de un tipo que jugaba pádel los fines de semana: hombros anchos y brazos velludos que la envolvían como cadenas de hierro, abdomen marcado por abdominales obsesivos, y una polla que medía veintiún centímetros cuando se ponía dura como una barra de acero, venosa y gruesa con un glande morado y bulboso que goteaba precum espeso como si llorara de hambre por un ano apretado. Diez años rogándole, diez años de intentos fallidos: siempre, en el último momento, cuando su glande rozaba el anillo fruncido de su culo, Elena se arrepentía, empujándolo con manos temblorosas y voz quebrada: "No, amor... duele demasiado, tengo miedo... mejor fóllame el coño, métemela hasta el útero." Y él obedecía, embistiéndola vaginalmente hasta correrse en su interior, semen caliente inundando su cervix mientras ella gemía, pero el vacío quedaba, un anhelo que lo hacía masturbarse en la ducha imaginando su ano dilatado, rojo y rebosante de su leche.



Esa noche de aniversario, el décimo, el departamento en Belgrano olía a velas de vainilla y a jazmín del baño de espuma que habían compartido: agua caliente lamiendo sus cuerpos desnudos, burbujas pegándose a las tetas de Elena como perlas de placer, Javier chupándole los pezones hasta que gimió, su polla rozando su muslo bajo el agua. Se secaron con toallas suaves, riendo como recién casados, pero Javier la miró con esa intensidad que ella conocía: ojos fijos en su culo mientras se vestía con el camisón negro translúcido que compró para la ocasión, tela fina tensándose sobre sus senos, pezones endurecidos pinchando el encaje como balas listas para ser mordidas. "Elena... amor, hoy es el día. Diez años... déjame follarte el culo. Solo una vez, por favor. Te prometo que seré gentil al principio."

Ella se giró en la cama king-size, sábanas de satén negro crujiendo bajo su peso, el camisón subiéndose para exponer el surco de sus nalgas redondas, ano fruncido asomando rosado entre ellas. Sus ojos verdes se nublaron con ese miedo familiar, pero también con un brillo nuevo, un deseo reprimido que el vino tinto había avivado. "Javier... siempre me arrepiento, sabes? Duele, tengo pánico de que me rompas... y después, cuando estoy al límite, quiero parar y ya." Él se acercó gateando, polla semi-dura balanceándose entre sus piernas vellosas, glande rozando su muslo hasta endurecerse fully, venas protuberantes latiendo como un corazón ansioso. "Lo sé, mi puta... por eso, átame. O mejor, átame a mí... no, átame a vos. Usemos las esposas de terciopelo que compramos en ese sex shop y nunca usamos. Y la mordaza de bola... así no podés echarte atrás. Si sentís miedo o dolor, no podés decir 'para'... solo gemís y te retorcés hasta que el placer te gane. ¿Lo hacés por mí, amor? Por nuestro aniversario... déjame llenarte el recto de mi semen caliente."

Elena tragó saliva, coño contrayéndose traicioneramente bajo el camisón, jugos empapando sus labios internos hasta goteo por su perineo. El miedo la paralizaba –imaginaba el estiramiento quemante, el glande ancho partiéndole el ano como un cuchillo caliente–, pero el deseo la traicionaba: diez años fantaseando con su polla en su culo, masturbándose en la ducha con plugs pequeños, susurrando "¡Fóllame el ano, Javier!" mientras squirtée contra las baldosas. "Está bien... átame, cabrón. Mordázame para que no hable... pero si duele demasiado, paramos después. Quiero sentirte correrme dentro, amor... llená mi culo de leche como nunca follaste mi coño." Javier gruñó, polla goteando precum espeso que untó en su glande como lubricante anticipado, y sacó las esposas de terciopelo rojo del cajón de la mesita –cadenas tintineando como promesas obscenas–, atando sus muñecas a la cabecera de la cama, brazos estirados sobre su cabeza, tetas elevándose en oferta, pezones duros rogando ser chupados.

"Ahora la mordaza... abrí la boca, puta." La bola roja de silicona, brillante y lisa, se hundió entre sus labios carnosos, correa ajustándose detrás de su nuca, saliva inmediata goteando por las comisuras mientras intentaba hablar, solo saliendo gemidos ahogados: "Mmmph... Javier... mmm." Él sonrió, depredador, bajando el camisón hasta su cintura para exponer sus tetas, amasándolas con manos ásperas, pellizcando pezones hasta que lágrimas brotaron en sus ojos. "Mirate... atada y amordazada como una zorra sumisa. Tu coño ya chorreaba cuando te até... sentís el lubricante en mi polla? Voy a untar tu ano con tu propio jugo, para que duela menos al principio." Se posicionó entre sus piernas abiertas, rodillas hincadas en el colchón, polla dura rozando su muslo interno, glande dejando un rastro húmedo de precum hasta llegar a su coño: dos dedos hundiéndose en sus labios hinchados, chapoteando en jugos espesos, sacándolos cubiertos de crema natural para untar su ano fruncido.

"¡Mmmph!" Elena se arqueó, ano contrayéndose al roce frío y resbaladizo, miedo y excitación mezclándose en un nudo en su vientre, coño palpitando vacío rogando atención. Javier presionó el glande morado contra el anillo rosado, lubricado pero resistente, empujando lento: el estiramiento inicial quemó como fuego, ano cediendo centímetro a centímetro alrededor de la cabeza ancho, paredes internas apretando su carne venosa como un puño aterrorizado. "¡Joder, qué apretado, Elena! Tu ano me ordeña la polla... relájate, puta, o dolerá más. Sentís cómo te abro? Es mi glande partiéndote el culo por primera vez... gemí para mí, amor, que sé que te gusta el dolor." Ella se retorció contra las esposas, cadenas tintineando, lágrimas rodando por sus mejillas mientras la bola la ahogaba, gemidos guturales escapando: "Mmmph... duele... mmm!" Pero su coño traicionaba, jugos goteando por su perineo hasta lubricar más la invasión, clítoris hinchándose visiblemente.

Javier empujó más profundo, eje venoso hundiéndose hasta la mitad, ano dilatándose alrededor de venas protuberantes que rozaban paredes sensibles, el estiramiento quemante fundiéndose en un placer oscuro que la hizo empujar caderas hacia atrás involuntariamente. "¡Eso es, mi zorra anal! Empujá contra mi polla... sentís cómo te lleno el recto? Voy a follarte despacio al principio, para que te acostumbres... pero después, te rompo el culo como rogaste en secreto." Embestidas cortas y pausadas, saliendo casi todo para volver a hundirse, glande masajeando su interior hasta que el dolor cedió a ondas de placer que la hicieron llorar más fuerte, lágrimas saladas goteando por su barbilla hasta las tetas, pezones endurecidos rozando el aire. "¡Llorá, Elena! Tus lágrimas me ponen más duro... tu ano aprieta mi verga como un coño virgen, ordeñándome... gemí 'más profundo', aunque no puedas hablar."

Ella se retorcía, esposas mordiendo sus muñecas, cuerpo arqueándose en un arco de sumisión, ano contrayéndose en espasmos que lo ordeñaban, coño vacío chorreando jugos que empapaban las sábanas. Javier aceleró, thrusts más largos y brutales, bolas peludas golpeando su coño con slap-slap húmedos, mano bajando para frotar su clítoris hinchado en círculos rápidos: "¡Sentís mi polla en tu recto, puta? Te follo el culo como soñé diez años... ahora, córrete anal, chorreá tu jugo mientras te sodomizo." El placer la rompió: orgasmo anal devastador, ano convulsionando alrededor de su polla como un puño vivo, squirt vaginal salpicando su pubis y muslos, chorros calientes que la dejaron temblando y llorando en sollozos ahogados por la mordaza, saliva goteando por su barbilla en hilos viscosos.

Javier rugió, embistiendo una última vez hasta la empuñadura: "¡Tomá mi leche en el culo, Elena! Lleno tu recto de semen caliente... sentís cómo rebosa?" Eyaculó en torrentes potentes, semen espeso y blanco inundando sus paredes intestinales, rebosando en chorros que goteaban por sus nalgas redondas, mezclándose con su squirt en un charco pegajoso bajo ellos. Se derrumbó sobre su espalda, polla aún enterrada en su ano palpitante, besando su nuca sudorosa mientras lágrimas seguían rodando por sus mejillas. "Buena chica... lo hiciste, mi puta anal. Tu culo es mío ahora... mañana repetimos, sin mordaza, para que grites mi nombre mientras te lleno de nuevo."

Elena, exhausta y rota en placer prohibido, asintió contra la almohada, ano contrayéndose alrededor de su polla flácida, semen goteando lento: el arrepentimiento nunca llegó; solo adicción, un ano dilatado rogando más. Diez años esperados, un recto lleno de semen, y un matrimonio renacido en lágrimas y lujuria.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Culona Vianey (Testigo de Jehova, Joven Casada Infiel)

Mi mejor amigo embarazo a mi mamá

LE ROMPE EL ORTO A MI NOVIA